lunes, 4 de octubre de 2010

Las tribulaciones de una familia decente

Mucho se hace burla de aquellas personas o familias que por un golpe de suerte o el mismo destino logran un ascenso social a partir de lo económico. En Las tribulaciones de una familia decente, Mariano Azuela, recorre el camino un tanto a la inversa. Los Vázquez Prados, familia de gran posición en Zacatecas deben huir para conservar sus vidas.

César, el menor de la prole, es quien inicia la narración de los acontecimientos. La mudanza hacia la Ciudad de México la hacen todos los miembros de la familia: Procopio Vázquez, el padre; Agustinita Prados, la madre; los hijos: Francisco Jóse, Lulú –y su novio Archibaldo-. Berta –y su esposo Pascual-.

Agustinita es heredera de la fortuna y las glorias de los generales Prados. A tal grado que la pleitesía que les rinde raya en la ridiculez. Procopio es reconocido por sus dotes de buen administrador, sin embargo, se ha convertido en un ornato más del hogar toda vez que su palabra es ignorada. Francisco Javier es el intelectual de la familia: poeta, apreciador nato de la belleza, se vive contemplando al mundo en busca de inspiración y quiere parecerse a los escritores románticos hasta en su apariencia. Lulú una jovencilla muy inteligente y siempre más cerca de Procopio que de Agustinita. Archibaldo es sobrino de Procopio, “bergante sin oficio ni beneficio”, ha solicitado la mano de Lulú, pero le ha sido negada por obvias razones. Berta es la esposa cariñosa, eternamente enamorada de un hombre bueno, leal, fiel e inteligente como Pascual. Y César, un veinteañero que percibe lo que sucede como simple espectador.

Al llegar a la capital se dan cuenta que han dejado los documentos que avalan las propiedades sobre la mesa. A esas horas los revolucionarios ya debieron tomarlos. Se instalan en la Colonia Roma, pero ante los aprietos económicos siempre está la mano y presencia salvadora de Pascual. Éste tiene gran habilidad para estar del lado de los que asumen el poder: hoy carrancista, mañana villista.

El desprendimiento y la ayuda que proporciona Pascual a los Vázquez Prados le consolida la admiración y el aprecio de Agustinita. Desde luego que los préstamos no son gratuitos, van de por medio escrituras de propiedades que lograron llevar con ellos. La situación económica cada vez es más precaria y ello los lleva a vivir en una vecindad, mientras que Pascual y Berta adquieren una casa en una exclusiva zona de la ciudad.

Procopio duda de la generosidad de Pascual y así lo hace saber, sin embargo, Agustinita está endiosada con él, y considera que las palabras de su esposo no son más que frustración. Un día, después de una severa crisis, Procopio encuentra a Archibaldo, conversan y eso le inyecta ánimo para reiniciar y retomar las riendas del hogar.

César muere, pero la historia continúa. Procopio y Lulú se encargan de sacar a delante a la familia, con ayuda de un personaje que es noble a pesar de todo. Mientras, Pascual es descubierto, y llena de infelicidad tanto a los Vázquez Prados como a Berta.

Azuela, Mariano: “Las tribulaciones de una familia decente”, en Obras completas I, México, FCE, 1993, pp. 419-566.

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