Conocí a Otto-Raúl González allá por 1996. Habíamos concertado una cita en un café cercano al lugar donde asesinaron a José Francisco Ruiz Massieu en 1994. Debo confesar que poco sabía de él y de su obra. Fui acompañado de Indalecio Rivera Serrano. Ambos éramos integrantes de un grupo llamado “Escritores y Artistas Unidos e Independientes”. Íbamos con la encomienda de entrevistarnos con el vate guatemalteco para negociar y solicitar que escribiera el prólogo para la publicación de una antología que se llamaría Cerca de lluvia. La antología vería luz años después, aunque no con los aspirantes a poetas originales. El prólogo nunca se concretizó.
Ese día nos obsequió su poemario Voz y voto del geranio, una edición sencilla, pero fundamental dentro de la literatura guatemalteca. González (Guatemala, enero 1 de 1921-Ciudad de México, 23 de junio de 2007) perteneció al Grupo Acento-Generación. El geranio como una metáfora del proletariado, como un símbolo de éste: “Pues la tierra es de todos y de nadie/el geranio se propaga por la tierra;/pues la luz es de todos y de nadie/el geranio mora e la luz;/pues el agua es de todos y de nadie/el geranio vive en el agua; pues el aire es de todos y de nadie/el geranio se desplaza por el aire…” (“Residencia”).
Menciona Marco Vinicio Mejía en el prólogo de esta edición la historia de la primera publicación del poemario el 1 de septiembre de 1943: “Voz y voto del geranio fue dado a la estampa en los talleres de la Unión Tipográfica. La edición fue pagada con los aportes pecuniarios de Augusto Monterroso, Carlos Illescas, Guillermo Noriega y del autor”. Sólo un año después saldría exiliado a México, donde realizaría una encomiable labor diplomática, literaria y académica.
Conservo el ejemplar en cuestión con una bella pero frustrada dedicatoria: “Para los poetas Eduardo Cámpech (sic) e Indalecio Rivera que empiezan a desplegar sus alas y que seguramente van a volar muy alto en el firmamento lírico de México. Cordialmente, su amigo Otto-Raúl. Enero de 1996”. Corrijo, la frustrada fue la carrera poética de los aludidos, al menos la de este servidor.
Con Diez colores nuevos, la historia es distinta en lo que se refiere a su adquisición y al impacto que me provocó su lectura. No recuerdo a ciencia cierta cómo llegó a mis manos pero lo agradezco infinitamente por dos cosas: una, es uno de mis libros de poesía favoritos y dos, dudo que se consiga actualmente.
La cuarta edición del poemario en cuestión inicia con una carta-poema firmada por Jorge Saldaña. Me hacía ruido la repetición del verso “¡De la buena suerte! ¡Y de la buena suerte! ¡Y de la buena suerte!” tres veces en tres estrofas del poema. Pero no era ruido. Páginas más adelante descubrí que era la descomposición de la palabra en el prisma de González para regalarnos diez colores bellísimos.
El espectro queda conformado por enirio, orjuz, anab, anadrio, dunia, gaorín, yemalor, vainumio, tuang y aíf. Con ellos González elabora el lienzo poético mezclando técnicas plásticas con la terrible realidad y su espejo que son las bondades de la vida.
El color de la metamorfosis es enirio (“También podría darnos una vaga idea del color enirio/la pequeña campana de los floripondios,/pero estas joyas no se ven de cerca/porque producen sueño,/o bien, el primer bozo que le sale a los melocotones,/al sol melocotón de las seis de la mañana,/a los hombres cuando dejan de ser niños/y a las doncellas cuando sienten/su primer desarreglo.”). El color más mortal es el orjuz (En el color orjuz el mundo se contempla/pues también es el color de la muerte.”). Un color melancólico es sin lugar a dudas el anab (“El anab es el color de los actos impuros,/el color de las azucenas pisoteadas,/el color de las moscas que vuelan/sobre la boca de los moribundos”). El color anadrio es el de ¡la buena suerte!, porque el verlo propicia un cambio favorable de manera radical. No comentaré los demás colores para que les de un vistazo ya sea por el libro o por la siguiente liga: http://rancholasvoces.blogspot.com/2007/07/poesa-dos-poemas-de-otto-ral-gonzlez.html
Elías Nandino dijo en torno al libro: “Recibí y leí su libro Diez Colores Nuevos. Un esmerado oficio, un rejuvenecido lenguaje y un diluvio de esbeltas imágenes forman este nuevo arco iis que inventa. Y le aseguro que lo gocé porque lo vi y no entre líneas sino detrás de mis propios ojos.”
Que estos dos libros, nunca se maticen de color aíf: “Aíf el niño que al nacer/elimina la flor que le dio vida,/aíf el niño y el poema póstumos,/aíf la joven que no tuvo besos,/aíf el libro que no fue leído…”
González, Otto-Raúl: Voz y voto del geranio, Guatemala, Editorial Cultural, 1994, 35 p.
González, Otto-Raúl: Diez colores nuevos, México, 4ª ed., Federación Editorial Mexicana, 31 p.
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