martes, 28 de mayo de 2013

La casa de los espíritus


La historia que nos comparte Allende recuerda en muchos aspectos Cien Años de Soledad. Es difícil no asociar a Rosa con Remedios (ambas bellas, exuberantes y mitológicas). No sé por qué, en un principio (las dos o tres primeras páginas) creí que Barrabás era un loro. La crónica de su llegada deja entrever el control que Clara tenía sobre sus padres, a pesar de la poca edad. Hoy lo conocemos como chantaje, pero no deja de ser divertido el nivel infantil del mismo: "Si me lo quita, le juro que dejo de respirar y muero." La muerte de Rosa, también me parece que tiene tintes macondinos: cuando la nana entra y la invade un olor a rosas (aun cuando no era tiempo de ellas), me trasladó a la muerte de uno de los Buendía, cuando corría sangre por toda la casa. Me sorprendió la aparición de un segundo narrador, la aparición de Trueba como testigo de los actos no era algo que esperara. No sé hasta qué punto lo de Trueba hacia Rosa era amor y hasta dónde capricho, sin embargo, me parece muy poético, de parte de la autora: "Le hable de las caricias que le tenía reservadas, los regalos con que iba a sorprenderlas, la forma como la hubiera enamorado y hecho feliz." Publicado en 1989, es indudable que La Casa de los Espíritus abreva de la tradición narradora de América Latina.

El inicio me remitió al Quijote: "Esteban Trueba cenaba con su hermana Férula la misma sopa grasienta de todos los días y el mismo pescado desabrido de todos los viernes." El episodio del café, además de ser revelador de la manipulación de su hermana, puso a Esteban ante la perspectiva de qué quería para su vida: seguir cobijándose con periódico o ser un individuo adinerado. La desolación y el abandono en que se encontraba Tres Marías ante su llegada, queda todavía más evidente cuando el hombre que lo llevó se ofreció a esperarle. Nadie en su sano juicio querría quedarse ahí. Hay una pequeña apología al lenguaje como indicador de civilización: "Me fui convirtiendo en un salvaje, se me olvidaron las palabras, se me acortó el vocabulario, me puse muy mandón." Me resultó divertido (y real) la capacidad que Esteban desarrolló para perder consigo mismo y aceptar la derrota, sin embargo, eso sólo se presenta en situaciones íntimas, donde nadie lo ve. Porque dentro de la propiedad sigue siendo el patrón. La descripción de las elecciones es demasiado cercana a nuestros referentes, además de la cultura y la historia, nos hermana la desgracia y el infortunio con otros países latinoamericanos.

El título del tercer capítulo, "Clara Clarividente, me hizo pensar en algún capítulo de la serie Mujeres Asesinas. La extraña personalidad de Clara: vidente, con telequinesia, etc., también era alimentada por ese deseo de saber e imaginar, por ello leía todo lo que caía en sus manos. Las historias que se desprenden como ramificaciones del argumento central refuerzan la atmósfera que la autora pretende contagiar. Es por ello que así como, ya lo he mencionado, ideas de Cien Años de Soledad (como referente más inmediato), acude a ella misma. La anécdota de Juan el Pedo, el equilibrista y trapecista, me recuerda a un cuento de la autora donde un tipo regala una función de circo a su amada. Me llama la atención la naturalidad con que la familia Del Valle acepta la propuesta matrimonial de Esteban, sin embargo, trato de explicarla en función del pensamiento liberal que adoptan. También me llenó de curiosidad imaginar (con toda la carga de prejuicios, estereotipos y referentes de la época) el diseño de la ropa interior que le confeccionaron las monjas a Clara. La vehemencia de Esteban en la remodelación de la casa, el movimiento multitudinario de la misma, me llevaron, otra vez, a Úrsula Iguarán. Así como en un principio creí en situaciones lésbicas de Férula, que después se mostró como una falsa hipótesis, me resulto sorprendente el afán seductor de Esteban hacia Clara (¿otra historia tras esta historia?, sí: Quién Como Dios de Eladia González, aunque pienso que González lo tomó de Allende). Este capítulo, en particular, me pareció que tiene algunos elementos muy predecibles: el autodiagnóstico de embarazo de Clara, el nombre de su hija.

La primera frase que llamó mi atención del cuarto capítulo “El tiempo de los espíritus”, segmento es la canción de la vaca lechera. Así como en Cien Años de Soledad salió a relucir el Mambrú que se fue a la guerra, aquí observamos cómo las nanas, los juegos tradicionales y la lírica en general son patrimonio de Latinoamérica. El machismo queda latente en el siguiente fragmento: "Nunca se ha visto que un hombre no pueda golpear a su propia mujer, si no le pega es que no la quiere o que no es bien hombre; dónde se ha visto que lo que gana un hombre o lo que produce la tierra o ponen las gallinas, sea de los dos, si el que manda es él; dónde se ha visto que una mujer pueda hacer las mismas cosas que un hombre, si ella nació con marraqueta y sin cojones, pues doña Clarita". O la afirmación de Esteban: "pero era mi mujer y yo no iba a permitir que me tuviera vergüenza."

Clara vive en su mundo. Es inocente y distraída. Me causa risa la escena donde Esteban "truena" contra las reuniones de su esposa, y ésta sólo pregunta si sabía mover las orejas. Me gustó, me encantó la frase de "cuadernos para anotar la vida". Infiero que entre Esteban y Clara no había mucha comunicación, es decir, no conversaban.

El encuentro de Esteban y Tránsito es predecible. Me gusta el fragmento. Tránsito tiene, ha tenido mucha claridad en torno a lo que desea, social y personalmente. La despedida entre ambos, da fuerza al nombre de ella.

Mi postura ante Clara oscila entre el humor y la desesperación. Sus ocurrencias y la forma de expresarlas denotan (como lo he mencionado) una extraña inocencia, como si sus poderes fueran lo más normal del mundo y así fueran acogidos. Por ello la escena donde encuentran la cabeza de su madre, me parece jocosa por la indicación al chofer: "Hágame el favor, señor, métase allí y páseme una cabeza de señora que se va a encontrar."

Conscientemente no me identifico con Esteban, sin embargo, parece ser que, al igual que yo, percibió otro tipo de relación entre Férula y Clara. La misma voz narradora omnipresente reconoce que "Férula había llegado a querer a Clara con una pasión celosa que se parecía más a la de un marido exigente que a la de una cuñada."

La relación de Blanca y Pedro Tercero comienza a ser el hilo conductor de la trama en los próximos capítulos.

Como buenos amantes románticos, Blanca y Pedro Tercero, establecen un código de comunicación secreto. La aparición repentina de Férula, se inserta en la tradición oral, y literaria, de la despedida de los muertos. Charles Dickens tiene una historia similar, "Segunda historia de fantasmas", y por la misma razón, aunado a las facultades de Clara, es predecible que estamos ante el deceso de Férula. El diálogo de Clara con el cadáver, mientras lo acicala, es bello y exhibe un amor limpio hacia su cuñada (contrario al que Esteban y yo percibimos): "...porque la verdad es que desde que te fuiste de mi lado nunca más nadie me ha dado tanto amor". Esteban sigue al pendiente de las apariencias, el qué dirán, y en esa dinámica, embriagado de poder económico y social, olvida que no todo es dinero: "-¿Por qué vivía así, si le sobraba dinero? -gritó Esteban. -Porque le faltaba todo lo demás -replicó Clara dulcemente." Esta última frase de Clara, me permite ver a una mujer más centrada, incluso con sabiduría. Se sigue pensando superior, por eso no concibe que se relacione a los Trueba con los comerciantes.

Las muertes de su Nana y su cuñada pusieron a Clara, finalmente, frente a su realidad. "El agua apaga el fuego y al ardor los años", reza Joaquín Sabina, y tal parece que el terremoto, sus facultades metafísicas, los cambios de humor de Esteban, hicieron lo mismo que el tiempo. Si buscamos un tema constante en la literatura, quizá sea el de los amores imposibles o con dificultades. La relación de Blanca y Pedro Tercero va adquiriendo esos tintes.

Pese a procrear tres cuatro hijos, Clara nunca le perteneció a Esteban, o al menos así lo percibía él. En sus memorias, sólo le faltaba citar aquel bolero, Amor perdido: "Soy tuya, porque lo dicta un papel". Esteban veía en Clara muchas virtudes, pero ninguna dirigida a él: "Era una mujer caritativa y generosa, ansiosa por hacer felices a los que la rodeaban, a todos menos a mí". Tal vez esperaba una entrega incondicional que se viera reflejada en una constante atención hacia él, en todas y cada una de sus necesidades (a pesar de que las sexuales eran bien identificadas: "Ella sabía dónde estaban mis puntos más sensibles, podía decirme exactamente lo que necesitaba oír. A una edad en que la mayoría de los hombres está hastiado de su mujer y necesita el estímulo de otras para encontrar la chispa del deseo, yo estaba convencido de que sólo con Clara podía hacer el amor como en los tiempos de la luna de miel, incansablemente. No tenía la tentación de buscar a otras." Esta imagen sensual de Clara, me cuesta trabajo encuadrarla en una personalidad como la de ella, a menos que utilizara sus dotes para determinar el ser erótico de su marido. Lo cierto es que Esteban detectaba la incompatibilidad de caracteres: "En realidad, muy pocas veces estábamos de acuerdo en algo."

La aparición del conde De Satigny, a mi juicio, representa esa nece(si)dad de imitar modelos extranjeros. A pesar de las burlas a escondidas que provocaba, los varones siguieron su estilo, o al menos algunos pretendían hacerlo. Porque Trueba sería muy rico y poderoso, pero su ignorancia era proporcional a su opulencia: "Una noche el conde salió a fumar uno de sus cigarrillos orientales, especialmente traídos del Líbano ¡vaya uno a saber dónde queda eso!"
Cómico me resultan las dotes poéticas y donjuanescas de Nicolás, miren que Amanda tiene que corregir y mejorar los poemas que recibe de éste. Conmovedor el sepelio de Pedro García, la descripción de la escena me resulta muy a flor de piel. Aquí hay un dato que reafirma que el terremoto aludido fue el de 1960 y es que "el nuevo candidato del Partido Socialista, un doctor miope y carismático que movía a las muchedumbres", no es otro que Salvador Allende (tío de la autora).

En este mismo capítulo encontramos la culminación del amor entre Clara y Pedro Tercero. Sus encuentros clandestinos son propios de la mayoría de historias de amor. Esteban, denota ingenuidad al creer que la doncellez de su hija está a salvo en los terrenos cercanos a la finca. Clara, como su nombre y su clarividencia, lo tiene más claro. Recapitulando actitudes de Trueba, podría pensarse que le importaba un comino o pasaba a segundo término la virginidad de su hija, no así el qué dirán.

El hecho de que el conde delatara a los amantes, y después huyera, dice mucho de sus pretensiones. Hay una parte de la narración donde se deja entrever que lo que más le interesa es poseer algo de la fortuna Trueba. El machismo de este último nuevamente florece ante su iracunda reacción. Me da la impresión de que la violencia de Esteban hacia Clara, después de descubrir los amoríos de Blanca y Pedro Tercero, era una violencia contenida, un volcán que podría explotar en cualquier momento y éste llegó.

Clara exhibe un valor y una cordura que venía delineando páginas atrás: "-Pedro Tercero García no ha hecho nada que no hayas hecho tú -dijo Clara, cuando pudo interrumpirlo-. Tú también te has acostado con mujeres solteras que no son de tu clase. La diferencia es que él lo ha hecho por amor. Y Blanca también." Aunado a lo anterior, Clara, no sé si a pesar de sus facultades o propiciada por las mismas, mayoritariamente ha sabido qué es lo que quiere. Así, cuando recibe la agresión de Esteban, decide no dirigirle nunca más la palabra y romper los vínculos, pocos, que quedaban con él.

La cacería que emprende Trueba contra Pedro Tercero me parece un episodio emocionante, la autora a través de una minuciosa descripción va creando esa atmósfera de acción.
Nuevamente encuentro capítulos de Cien Años de Soledad: la anunciación de las hermanas Mora, con ese "aroma inconfundible de violetas silvestres", me remitieron a Mauricio Babilonia o la aventura de Nicolás en el globo a un episodio similar de uno de los Buendía, al esperar un aeroplano de Europa (si estoy mal en el personaje, por favor corríjanme). El reinicio de una nueva vida, buscada por Clara, no contempla el cambio que va a ocasionar el embarazo de Blanca. Las personalidades de Jaime y Nicolás se van separando cada vez más.

Insisto, me gusta el nombre del diario de Clara, "cuaderno para anotar la vida", me parece maravilloso el ampliar las posibilidades de una palabra en función de los múltiples usos que se pueda brindar al objeto que define esa palabra.

El embarazo de Clara fue un duro golpe para Esteban, para su machismo y su vida de doble moral. Para el lector es un acontecimiento predecible. Sin embargo, Esteban no es tonto, y prefiere comprarle un marido a su hija, antes que desatar las murmuraciones y comentarios entre la sociedad. Blanca, nuevamente, hace uso de valor y lo enfrenta de manera directa: "-¡Cállese! -rugió él (Esteban). Se va a casar porque yo no quiero bastardos en la familia ¿me oyes? -Creí que ya teníamos varios -respondió Blanca."

La ceremonia nupcial fue suntuosa. Y ante la aflicción de Blanca, Clara le dice que Pedro Tercero está vivo. Hay un amor oculto de Jaime hacia Amanda (nombre que junto con la desdicha de Pedro Tercero por sus dedos, y las características del canto que enarbolaba, me recordaron a Víctor Jara.

El cuidar de las apariencias lleva a Esteban a aceptar la solicitud de Jaime de cambiarse de apellidos. Me entusiasmó la aparición del Poeta (así, con mayúscula, como en el texto y en la historia de la literatura), que no es otro que Pablo Neruda. Toda esta parte, desde la aparición de Allende, me está llevando a otra novela chilena: El Cartero de Neruda.

¡Qué difícil situación para Jaime el apoyo solicitado por su hermano!, una escena dura, pero llena de ternura: "... porque si ese hijo fuera suyo y no de Nicolás, habría nacido sano y completo...". Finalmente, hay un personaje que se menciona casi al final del capítulo: Alba. Por el nombre, la genealogía y la lógica del texto, supongo que es una descendiente de los Trueba, en particular de Blanca.

El capítulo, octavo “El conde”, retoma la vida conyugal de Blanca y Jean. Creo que el desenlace del capítulo viene anunciado por el desinterés de consumar el matrimonio mostrado por el Conde. El hermetismo de conde, en torno a su taller fotográfico y la práctica de contrabandista, por un momento me alejaron del motivo real del secretismo. Los párrafos finales también se anuncian en el capítulo anterior, cuando se dice que Miguel llegó a estar cuando nació Alba.

Las supersticiones y los destinos trazados por la metafísica siguen invadiendo la vida de los Trueba: el nacer parada bajo el signo de Leo. Alba lleva el apellido Trueba, pero la sangre de García. Las mujeres de esta obra se caracterizan por su valentía: "Alba era una joven valerosa, de temperamento audaz y acostumbrada a las adversidades...", o cuando Amanda se retira: "partió tal como había llegado, sin ruido y sin promesas." Así como el Poeta, es una referencia a Neruda, me queda la incógnita de quién es el "joven artista famélico" acogido en casa de los Trueba. Maravilloso el fragmento donde Alba descubre los libros, la lectura y la fantasía. Fantasía que impregnaba a varios miembros de la familia, entre ellos a Jaime. Fantasía que se camuflajeaba de locura. La aparición de Esteban García, es la presencia de ese pasado que nos va configurando, el resultado de nuestros actos.

El noveno capítulo, “La época del estropicio”, bien pudo llamarse "La época de los regresos y recapitulaciones", en él vuelven a aparecer la cabeza de Nívea y Tránsito Soto. La primera parte del mismo, muestra a un Esteban Trueba sensible, así me pareció ante su cuidado del cadáver de su esposa. La ruina de la casa, y gran parte del capítulo, van presentando el desenlace: la casa se cae a pedazos, igual que la familia Trueba se desvincula. Me conmueven los consejos de Blanca a Alba: "No quiero que seas pobre como yo, ni que tengas que depender de un hombre que te mantenga." La analogía de Clara con Úrsula Iguarán queda nuevamente de manifiesto, ambas son el soporte de sus casas y sus familias. Me encantó la parte donde Alba le pide a Blanca que le vuelva a contar los cuentos, pero la segunda ya los había olvidado. La obsesión de Esteban, su animadversión por los comunistas: "todos los partidos políticos, excepto el suyo, eran potencialmente marxistas"; Pedro Tercero García me sigue pareciendo Víctor Jara. Aquí se vuelve a mencionar el cuaderno para anotar la vida, y me saltó la duda, ¿quién narra?

Con la trama en general me había olvidado de Miguel, a pesar de que capítulos anteriores daban pistas de su reaparición años más tarde, tal y como sucedió. El amor de Miguel y de Alba es romántico en todo sentido del término, apasionado, entregado, como sólo se presenta entre "dos estudiantes en celo". Alba debe decidir si quedarse en el sitio estudiantil o volver a la casa de la esquina. Alba estaba ahí por amor a Miguel, no por convicción ideológica. Se puede hacer una comparación del pensamiento de Trueba con nuestros políticos, la improvisación y el favoritismo en ese ámbito nos hermanan: "Si pudo ser ministro de Educación sin haber terminado la escuela, igual puede ser ministro de Agricultura sin haber visto en su vida una vaca entera." Vaya sorpresa para Alba encontrarse con García, y que sea él quien la conduzca a su casa. Me conmovió la reaparición de Amanda, las condiciones en que Jaime la volvió a encontrar. Allende se perfila triunfador, y me vienen a la mente canciones (de Silvio, de Pablo, de Violeta, de tantos otros), y me vienen a la menta autores y libros: "Ahí amé a una mujer terrible..."

Los últimos capítulos nos presentan un país chileno en el encono. Las clases altas, conservadoras, manipulando la distribución de mercancías. La persecución de los activistas políticos. La represión, la barbarie.

Sin duda, Allende logra plasmar un poco, sólo un poco de una época histórica que trajo esperanzas, no sólo al pueblo chileno, sino a América Latina por igual.


Allende, Isabel: La casa de los espíritus, 2ª ed., México, Debolsillo, 2011, 454 p.

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