Siguiendo un el non sense español, y repitiendo algunas fórmulas empleadas en Los batautos hacen batautadas, Consuelo Armijo nos regala en El Pampinoplas una historia de convivencia entre dos seres que se frecuentan poco. Poliche es llevado por su madre a pasar el verano con su abuelo, don Agapito. Debido a que en el poblado hay pocos niños (de hecho sólo hay dos, uno muy pequeño y el otro en cuarentena), Poliche y el abuelo juegan cotidianamente. La extraña desaparición de objetos personales y un sinfin de travesuras, adelantan la presencia de el Pampinoplas, ese ser misterioso e irreverente que propicia malos ratos a los habitantes del lugar. ¿Quién será ese Pampinoplas? La vida le presentará a Poliche la ocasión de encontrarse frente a frente con el enigmático personaje. Las sorpresas no pararán cuando se descubra la identidad del pillo.
El lenguaje usado es sencillo, aunque habrá que decir que algunas expresiones son muy propias de la oralidad peninsular. El juego de palabras y situaciones un tanto torpes (o sin sentido, propias del género), por parte de los protagonistas, hacen que los pequeños dejen escapar algunas carcajadas. Las ilustraciones, en blanco y negro, de Antonio Tello, refuerzan algunos pasajes de la historia. La casa editorial recomienda este libro para personas mayores de siete años. Con esta obra, la autora obtuvo el Premio Barco de Vapor 1978.
ARMIJO, Consuelo: El Pampinoplas, 11º ed., Madrid, Ediciones SM, 1987, 98 p. (Col. El Barco de Vapor, Serie Azul; 5)
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