lunes, 20 de febrero de 2017

La noticia o la vida

Cuando a principios del año 2011 se suscitó una balacera en la Avenida Francisco García Salinas, en la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe, el terror se apoderó de la población. En los siguientes días, apenas oscurecía y la ciudad estaba desierta. Después, las ejecuciones, los levantones, los enfrentamientos, el ulular de las sirenas, el desfile de los marinos y hasta el helicóptero fueron parte del escenario zacatecano. Después, el argumento y acusación de “estar involucrados con la delincuencia organizada”, era el resultado de las pesquisas en cada uno de los casos que salían a la luz pública.

Gobierno y sociedad repetían las conclusiones. Algunos medios las publicaban. Años después hubo un “pacto” por no dar a conocer hechos violentos en la entidad. ¿Esta iniciativa fue auténtica de los dueños y directivos de los rotativos, fue indicación gubernamental? Después de leer Narcoperiodismo de Javier Valdez Cárdenas, aparece otro elemento, ¿fue el narco? Quizá parezca descabellado para aquel que no ha escuchado, visto, palpado, la intimidación, la amenaza cumplida. Quizá sea una ficción para quienes desde el poder, o sus porristas, perciben un México como el mejor México posible. Quizá sea una corroboración del México de las contradicciones: el campesino tiene hambre, el albañil no tiene casa y el periodista ha perdido su palabra en pro de conservar la vida.

A través de testimonios desgarradores, críticos, estudiados, Valdez Cárdenas nos lleva por un viaje que hace escalas en la indignación, el terror, el dolor, la muerte, el coraje y sí, el miedo. Porque además de conocer casos donde la dignidad humana vale la foto de un cadáver (tenemos la mala costumbre de comer); donde estar en el lugar y la hora equivocados puede provocar exilio; donde un abogado gringo denota más solidaridad y humanismo que las propias autoridades mexicanas.

Difícil profesión la del periodista en nuestro tiempo. Más en estados como Veracruz. En estas páginas tendremos más elementos para estar enterados de la represión y persecución de trabajadores de la prensa en el sexenio de Javier Duarte. Pero también de cómo en Tamaulipas el periodista queda en medio del fuego cruzado de los carteles. Haciendo de los medios su vehículo de difusión, propaganda e intimidación. Los mensajes quedan en las narcomantas, en los cuerpos sus adversarios, pero también en las páginas de los diarios de mayor penetración. ¿En qué momento se convirtieron, o conjugaron, los oficios de sicario y editor?

Ahora bien, el riesgo es inversamente proporcional al alcance del medio de comunicación o a su penetración en la colectividad. Sin que esto dote de inmunidad a los trabajadores de las grandes televisoras. El caso de Alejandro Fernández Pacheco es prueba de ello. La decisión de transmitir un fondo negro por parte de Televisa es similar a las marchas convocadas para expresar nuestro desacuerdo con Trump. Cuando uno lee este libro entiende por qué somos el tercer país en el mundo donde ejercer el periodismo es peligroso. Pero también es una llamada de atención como sociedad. Cito a Rossana Reguillo:

Creo que no hemos sido capaces de debatir de manera profunda como sociedad. Por un lado, hay un crecimiento de la espectacularización de la violencia; incluso algunos medios serios de repente pierden el tono y parecen querer vender más sangre y esto genera un efecto de normalización. Como el ejecutómetro: "Narco treinta muertos", "narco veinte muertos"; es como perder el análisis de fondo de lo que significa una vida cegada por el narco, por esta guerra, esta barbarie que no tiene por dónde agarrarse de manera racional y muchas cosas uno no las entiende.
Pero, por otro lado, me parece que hay una especie de prurito en algunos otros medios para, digamos, hablar de manera desnuda, que no significa pornográfica, de lo que acontece. Entonces, creo que no debe darse cuenta de cómo el aparato de muerte se ha diversificado por medio de torturas cada vez más brutales, mensajes sobre los cuerpos arrojados, etcétera. Creo que es un error, porque eso genera la sensación de que es lo mismo morir baleado que desollado. Creo que nos ha faltado vocabulario, debatir esto: ¿Hasta dónde lo demuestras?, ¿cómo nos ayuda a pensar?, no el detalle pornográfico de la muerte, sino el hecho mismo de cómo se ha ido haciendo más sofisticada esta violencia. Y, por otro lado, también me parece que, salvo raras excepciones, no se recupera la historia de fondo. Detrás de cada uno de estos actos de barbarie, todo da lo mismo o al revés: "Es que la violaron porque era narcosatánica", "lo mataron porque era narco", es algo que genera un país de muertos buenos y malos, de víctimas malas y buenas. Eso no ayuda a entender que el victimario y la víctima son personas.

En efecto, la guerra contra el narco, y sus víctimas colaterales –según el lenguaje de Calderón Hinojosa-, es un enfrentamiento entre buenos y malos. Tan sólo recuérdese la consigna: “Los buenos somos más”.

Fiel a su estilo narrativo de sus notas periodísticas, Valdez Cárdenas devela un ámbito más penetrado por el poder del narcotráfico. Devela una piedra más en el zapato de este país. Pero también nos lleva a la reflexión de cuál es nuestro papel en todo ello, qué hacemos, cuánto callamos, cuánto omitimos. Desnuda, asimismo, la perversa dicotomía narco y corrupción. Dicen que lo que no se nombra no existe, y los protagonistas de estas páginas rompen el silencio y nombran, y describen, y recuerdan. Pero también, seguramente, lloran, piensan, añoran.


Valdez Cárdenas, Javier: Narcoperiodismo: la prensa en medio del crimen y la denuncia, México, Aguilar, 2016, 267.

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