Seguramente alguna ocasión en la
vida ha escuchado una canción de Salvador Flores Rivera, Chava Flores (México,
D. F.14 de enero de 1920-5 de agosto de 1987). Así, viene a mi memoria una
extraña nostalgia cuando, a los cinco años de edad, escuchaba “El gato viudo”
en voz de Ricardo González “Cepillín”. Ignoro, hasta la fecha, por qué se
desataba ese estado de ánimo. Más tarde escuché –como seguramente muchos de
ustedes- “La tertulia”, “Carta a Eufemia”, interpretadas por Pedro Infante, o
“La Bartola”, o “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”. Y finalmente, “El
retrato de Manuela” cantada por Gabino Palomares.
Hacia los veinte años supe que
todas esas canciones eran del mismo autor. De una u otra manera, pero siempre a
través de amistades, llegué a “Boda de vecindad”, “Pichicuás”, “Los gorrones”,
“Los quince años de Espergencia”. Después llegó a mí un casette con “La tienda de mi pueblo”, “El chico temido de la
vecindad”, “En el baile de Tejeringo” “Herculano”, “Ingrata pérjida”, “Los frijoles
de Anastasia”, entre muchas otras más, sin olvidar aquella versión rapera de
“La taquiza” que realizó el grupo Caló.
Una de las preguntas recurrentes
que se les hace a los compositores, y a los escritores en general, es si las
historias que escriben las vivieron, fueron testigos o todo es producto de la
imaginación. Cuando conocemos contextos y circunstancias de creación es
probable que esos textos destellen nuevos significados al lector. La vecindad,
la pulquería, la Ciudad de México del que Flores es cronista, adquiere matiz en
tercera dimensión: la vivimos de cerca, somos parte de ella. Relatos de mi barrio nos lleva a ser
parte de los chismes de lavaderos, de mirar impávidos el destino de Lola, de
compartir la tertulia.
Con un lenguaje sencillo, chispas
de humor y gran capacidad narrativa (característica que se palpa en sus
canciones), Chava Flores nos invita a acompañarlo desde su tierna infancia
hasta sus primeras canciones grabadas; las vicisitudes en sus trabajos, su paso
por los estados contables. El lector encontrará, y redimensionará, al
Pichicuás, a Manuela, a Felicitas, Maripepa, Luz, Otilia, Camila, Julia, Cleto
y Luchita. Todos ellos personajes entrañables de la lírica popular mexicana. Para
quien conozca poco o nada de la obra de este compositor, recomiendo escuche –con
atención- sus obras y vaya de la mano con la lectura de Relatos de mi barrio. Por si esto fuera poco, la edición cuenta con
un prólogo imperdible de Germa Dehesa.
Flores,
Chava: Relatos de mi barrio, 3ª. ed.,
México, Ageleste, 1994, 162 p.
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