Al concluir la lectura de este
libro me ha quedado un doble sabor de boca: el de la frustración y el de la
esperanza. Frustración, porque en el Prólogo de Celia Mireles Cárdenas quedan
plasmadas las argumentaciones, y evidencias, de la importancia de las
bibliotecas (en este caso, universitarias) y archivos que revistan para la
sociedad. Porque, citando a Javier Pérez Iglesias, “Necesitamos bibliotecas
como necesitamos parques, agua potable, aire puro, transporte público,
educación, sanidad y otras manifestaciones de los servicios públicos que
benefician a toda la sociedad y que, a pesar de lo que digan los adoradores del
mercado, pueden aportar beneficios.”
Frustración, porque desde los
aparatos gubernamentales no se percibe esa importancia medular. Frustración,
porque el texto en cuestión nos traza el camino de la modernización de
bibliotecas universitarias, tan lejano de las bibliotecas públicas. Es así como
Manuel Fermín Villar Rubio hace una descripción de la evolución de las
bibliotecas a cargo de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Evolución
que va desde lo conceptual hasta la infraestructura, pasando por los servicios
y cobertura.
Frustración porque sin bien las
bibliotecas públicas y universitarias comparten desafíos, éstas últimas, en
conjunto, llevan la delantera a las primeras. Porque, como menciona J. Alberto
Arellano Rodríguez, las instituciones educativas (y sus recintos y servicios
bibliotecarios) deben ser pilar para generar una estructura de conocimientos
que permita al alumnado enfrentar las exigencias del mercado laboral. Servicios
que van acompañados de la profesionalización (en el sentido más amplio del
término) del bibliotecario.
De ahí que Patricia Guadalupe
Ramos Fandiño y Beatríz Rodríguez Sierra, planteen la necesidad de integrar “el
tema de espacios físicos de las unidades de información que bajo esquemas
modernos, funcionales y estéticos, permitan que los usuarios y el personal que
en ellas labora gocen de condiciones óptimas para el estudio, la investigación
y el desarrollo del trabajo bibliotecario y archivístico.” Lo anterior se
refuerza con el texto de Roberto J. Ancona Riestra, quien presenta el proyecto
Biblioteca del Parque Científico y Tecnológico del estado de Yucatán; mismo que
conoceremos desde sus bases documentales, presupuestales y arquitectónicas. Por
su parte, Juan René García Lagunas realiza un recuento histórico de cómo se fue
transformando el Sistema de Bibliotecas de la Universidad Autónoma de San Luis
Potosí.
Rosa María Martínez Rider, Juan
Miguel Castillo Fonseca y Celia Mireles Cárdenas, resaltan la importancia de
los archivos, por lo cual es urgente que se delineen políticas y acuerdos para
su preservación y conservación. Finalmente, Edgar Adolfo García Encina, parte
del incendio del Archivo de Zacatecas, para enumerar varios episodios trágicos
causados por el fuego.
Las experiencias y opiniones
vertidas en este volumen podrían frustrar, como en mi caso, a quienes desde el
ámbito de las bibliotecas públicas somos testigos de la poca o nula importancia
que estos espacios generan en las políticas públicas de los gobiernos
municipales y estatales; de la carencia de un proyecto de modernización de sus
espacios, servicios y personal. De frustración porque si continua esta inercia,
no habrá mucha distancia entre esa indiferencia y los siniestros comentados por
Edgar García Encina. Pero también arrojan la esperanza de alguien lo lea y
descubra, que una biblioteca no es “un lugar donde se acumulan libros”, según
palabras de Villar Rubio. Esperanza de que se ponderen las bibliotecas en su
justa dimensión, en que hay gente interesadas en ellas, en los libros, en los
archivos, en la memoria escrita.
MIRELES Cárdenas, Celia (coord.): Impacto académico y social de la construcción de espacios en los servicios de información de bibliotecas y archivos, México, UASLP-ECI, 2014, 171 p.
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