domingo, 31 de julio de 2011

Una lectura que me hizo detestar el tiempo perdido.

Si la categoría de "buen lector" se obtiene en función de haber leído en canon occidental de la literatura, puedo considerarme un pésimo lector. Confieso, también, que en la secundaria sólo leí dos libros completos: Canasta de cuentos mexicanos de B. Traven y Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. Por ello nunca había leído "Los crímenes de la calle Morgue" de Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809-Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1949).

El encuentro lo propiciaron Alma Leyrda Cárdenas García y Javier Ortiz Flores, instructores de la Subdirección de Fomento a la Lectura de la Dirección General de Bibliotecas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quienes lo incluyen como eje medular de una de las sesiones de su taller "Enigmas literarios".

Auguste Dupin, es un individuo que ha desarrollado en extremo la capacidad de observar y explicar el comportamiento humano. Cierto día París amaneció conmocionado por un horrendo doble crimen cometido en la Rue de la Morgue. La investigación se torna un enigma toda vez que no existe una línea de investigación susceptible de coherencia. Doce testigos ofrecen su versión, sin embargo, hay actos o situaciones con poca claridad. Dupin, es quien logra descifrar el intrincado escenario y dar solución al problema.

Esta edición en particular es muy buena para acercar a la lectura a jóvenes y adultos, ya que sólo contiene el cuento referido. Un caso de los cuales me hace lamentarme no haber leído mucho antes a Poe.


POE, Edgar Allan. Los crímenes de la calle Morgue, México, Alianza Editorial-CONACULTA, 1995, trad. Julio Cortázar, 62 p. (Alianza Cien9

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