martes, 17 de enero de 2017

Moralistas castellanos

¿Es siempre la lectura un placer?, de ser así, ¿dónde se encuentra?, ¿en la posición física que asume el lector, en la comodidad del ambiente, en los elementos contextuales del acto lector, en la generación de imágenes mentales, en el entendimiento y comprensión de lo que se leer?, ¿en todo lo anterior? Estoy seguro que en algún momento de nuestra vida hemos padecido la lectura lejos de encontrar el tan cacareado placer. Por el contrario, la frustración, desesperación, apatía, somnolencia, aburrimiento y perdida de interés aparecen como una constante. Supongo que las personas que no leen han experimentado lo anterior con una frecuencia abrumadora.

Cuando elegí leer Moralistas castellanos, no sabía a bien ante que me iba a enfrentar. Dicen los teóricos de la lectura que es de mucho apoyo el plantearse un propósito de lectura. El mío era conocer el texto. Nada más. Aunque mis expectativas se fundaban en que dicho conocimiento podría estar acompañado de determinada complicidad. Sin embargo sólo fue así al comienzo. A pesar de la Introducción, el Propósito y el Estudio Preliminar, a cargo de Ángel del Río, el vacío referencial de gran parte del contexto de escritura y de los autores fueron un elemento en contra.

Lo más sencillo era indagar, pero quise saber hasta dónde podría llegar con mi limitado acervo. Finalmente asumía la lectura como un reto. Los tratados de Antonio de Guevara, Alfonso de Valdés, Juan Luis Vives, Diego de Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián, hicieron de mi lectura más una penuria que un placer. La culpa no es del libro, vale aclarar. Mi nula actitud de solventar mis carencias cognitivas respecto al tema hizo la colina más pronunciada. No obstante, alcancé a subrayar algunas ideas, párrafos, argumentos que aparecían ante mis ojos.

Con el alto riesgo de errar, por las circunstancias descritas antes, intentaré hacer un brevísimo resumen de cada uno de los tratados. De Antonio de Guevara, Reloj de príncipes y Libro de Marco Aurelio, es un documento que mezcla las reflexiones y consejos tanto para la vida cotidiana (matrimonio, familia, etc.), como para gobernar; Menosprecio de corte y alabanza de la aldea, nos refleja cómo desde el siglo xvi ya se discutía la oposición y comparación entre los estilos de vida rurales y urbanos (aún en la insipiencia) y Epístolas familiares, es un jocoso consejo para la vejez masculina.

De Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón, de de Valdés, utiliza el esquema platónico de los diálogos para criticar al monarca francés. De Juan Luis Vives, De concordia y discordia, es todo un tratado que se opone a la guerra; Introducción a la sabiduría, abreva de los filósofos clásicos para ofrecer un camino hacia la salvación y justicia. De Diego de Saavedra Fajardo, Idea de un príncipe político cristiano representada en cien empresas, el autor deja una serie de consideraciones y consejos para el buen gobierno. Finalmente, de Baltasar Gracián, El discreto, es un tratado del ideal del hombre y Oráculo manual y Arte de prudencia, son una obra con un propósito educativo.


Moralistas castellanos: Guevara, Valdés, Vives, Saavedra Fajardo y Gracián, España, Océano-conaculta, 1999, 522 p. (Biblioteca Universal).

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