¿Es siempre la lectura un
placer?, de ser así, ¿dónde se encuentra?, ¿en la posición física que asume el
lector, en la comodidad del ambiente, en los elementos contextuales del acto
lector, en la generación de imágenes mentales, en el entendimiento y comprensión
de lo que se leer?, ¿en todo lo anterior? Estoy seguro que en algún momento de
nuestra vida hemos padecido la lectura lejos de encontrar el tan cacareado
placer. Por el contrario, la frustración, desesperación, apatía, somnolencia,
aburrimiento y perdida de interés aparecen como una constante. Supongo que las
personas que no leen han experimentado lo anterior con una frecuencia
abrumadora.
Cuando elegí leer Moralistas castellanos, no sabía a bien
ante que me iba a enfrentar. Dicen los teóricos de la lectura que es de mucho
apoyo el plantearse un propósito de lectura. El mío era conocer el texto. Nada
más. Aunque mis expectativas se fundaban en que dicho conocimiento podría estar
acompañado de determinada complicidad. Sin embargo sólo fue así al comienzo. A
pesar de la Introducción, el Propósito y el Estudio Preliminar, a cargo de
Ángel del Río, el vacío referencial de gran parte del contexto de escritura y
de los autores fueron un elemento en contra.
Lo más sencillo era indagar, pero
quise saber hasta dónde podría llegar con mi limitado acervo. Finalmente asumía
la lectura como un reto. Los tratados de Antonio de Guevara, Alfonso de Valdés,
Juan Luis Vives, Diego de Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián, hicieron de mi
lectura más una penuria que un placer. La culpa no es del libro, vale aclarar.
Mi nula actitud de solventar mis carencias cognitivas respecto al tema hizo la
colina más pronunciada. No obstante, alcancé a subrayar algunas ideas,
párrafos, argumentos que aparecían ante mis ojos.
Con el alto riesgo de errar, por
las circunstancias descritas antes, intentaré hacer un brevísimo resumen de
cada uno de los tratados. De Antonio de Guevara, Reloj de príncipes y Libro de
Marco Aurelio, es un documento que mezcla las reflexiones y consejos tanto
para la vida cotidiana (matrimonio, familia, etc.), como para gobernar; Menosprecio de corte y alabanza de la aldea,
nos refleja cómo desde el siglo xvi
ya se discutía la oposición y comparación entre los estilos de vida rurales y
urbanos (aún en la insipiencia) y Epístolas
familiares, es un jocoso consejo para la vejez masculina.
De Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón, de de
Valdés, utiliza el esquema platónico de los diálogos para criticar al monarca
francés. De Juan Luis Vives, De concordia
y discordia, es todo un tratado que se opone a la guerra; Introducción a la sabiduría, abreva de
los filósofos clásicos para ofrecer un camino hacia la salvación y justicia. De
Diego de Saavedra Fajardo, Idea de un
príncipe político cristiano representada en cien empresas, el autor deja
una serie de consideraciones y consejos para el buen gobierno. Finalmente, de
Baltasar Gracián, El discreto, es un
tratado del ideal del hombre y Oráculo
manual y Arte de prudencia, son una obra con un propósito educativo.
Moralistas castellanos: Guevara, Valdés, Vives, Saavedra Fajardo y
Gracián, España, Océano-conaculta,
1999, 522 p. (Biblioteca Universal).