martes, 24 de enero de 2017

¿Cuánta tierra necesita un hombre?

¿Existe un límite para la ambición? Tolstói (Yásnaia Poliana, 1828-Astapovo, 1910)  responde a esta pregunta por medio de un relato. Pajom es campesino ruso que de pronto se encuentra ante la oportunidad de ampliar sus tierras. El destino le tiene preparada la sorpresa de que esa extensión puede ser mucho más grande. Sin dudarlo acepta el reto. Sin embargo no contempla un inconveniente de su personalidad que se volverá contra sus planes: la ambición. Finalmente descubrió que la tierra que cada ser humano necesita realmente está muy por debajo de las expectativas y anhelos de cada uno.

Cuentan los biógrafos de Tolstói que experimentó la conversión a la fe cristiana. Quizá este texto provenga de aquella época o posterior. Es claro que el autor realista tiene un propósito didáctico. Sin embargo, ello no obsta para que estemos frente a una obra de gran manufactura. En sus líneas podemos transitar las praderas rusas, comparar los escenarios rurales de la nación europea y la nuestra, conocer vocablos nuevos, reflexionar acerca de nuestras conductas.

Para James Joyce esta narración es “El mejor relato que se ha escrito”. Las ilustraciones de Elena Odriozola (San Sebastián) son una obra de arte por sí mismas, complementando el texto y teniendo a Pajom como protagonista único de la mayoría de ellas.


Tolstói, Lev: ¿Cuánta tierra necesita un hombre?, México, Nórdica Libros-conaculta, 2011, 66 p.

martes, 17 de enero de 2017

Moralistas castellanos

¿Es siempre la lectura un placer?, de ser así, ¿dónde se encuentra?, ¿en la posición física que asume el lector, en la comodidad del ambiente, en los elementos contextuales del acto lector, en la generación de imágenes mentales, en el entendimiento y comprensión de lo que se leer?, ¿en todo lo anterior? Estoy seguro que en algún momento de nuestra vida hemos padecido la lectura lejos de encontrar el tan cacareado placer. Por el contrario, la frustración, desesperación, apatía, somnolencia, aburrimiento y perdida de interés aparecen como una constante. Supongo que las personas que no leen han experimentado lo anterior con una frecuencia abrumadora.

Cuando elegí leer Moralistas castellanos, no sabía a bien ante que me iba a enfrentar. Dicen los teóricos de la lectura que es de mucho apoyo el plantearse un propósito de lectura. El mío era conocer el texto. Nada más. Aunque mis expectativas se fundaban en que dicho conocimiento podría estar acompañado de determinada complicidad. Sin embargo sólo fue así al comienzo. A pesar de la Introducción, el Propósito y el Estudio Preliminar, a cargo de Ángel del Río, el vacío referencial de gran parte del contexto de escritura y de los autores fueron un elemento en contra.

Lo más sencillo era indagar, pero quise saber hasta dónde podría llegar con mi limitado acervo. Finalmente asumía la lectura como un reto. Los tratados de Antonio de Guevara, Alfonso de Valdés, Juan Luis Vives, Diego de Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián, hicieron de mi lectura más una penuria que un placer. La culpa no es del libro, vale aclarar. Mi nula actitud de solventar mis carencias cognitivas respecto al tema hizo la colina más pronunciada. No obstante, alcancé a subrayar algunas ideas, párrafos, argumentos que aparecían ante mis ojos.

Con el alto riesgo de errar, por las circunstancias descritas antes, intentaré hacer un brevísimo resumen de cada uno de los tratados. De Antonio de Guevara, Reloj de príncipes y Libro de Marco Aurelio, es un documento que mezcla las reflexiones y consejos tanto para la vida cotidiana (matrimonio, familia, etc.), como para gobernar; Menosprecio de corte y alabanza de la aldea, nos refleja cómo desde el siglo xvi ya se discutía la oposición y comparación entre los estilos de vida rurales y urbanos (aún en la insipiencia) y Epístolas familiares, es un jocoso consejo para la vejez masculina.

De Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón, de de Valdés, utiliza el esquema platónico de los diálogos para criticar al monarca francés. De Juan Luis Vives, De concordia y discordia, es todo un tratado que se opone a la guerra; Introducción a la sabiduría, abreva de los filósofos clásicos para ofrecer un camino hacia la salvación y justicia. De Diego de Saavedra Fajardo, Idea de un príncipe político cristiano representada en cien empresas, el autor deja una serie de consideraciones y consejos para el buen gobierno. Finalmente, de Baltasar Gracián, El discreto, es un tratado del ideal del hombre y Oráculo manual y Arte de prudencia, son una obra con un propósito educativo.


Moralistas castellanos: Guevara, Valdés, Vives, Saavedra Fajardo y Gracián, España, Océano-conaculta, 1999, 522 p. (Biblioteca Universal).

Camino a Birikuta

Camino a Birikuta es un peregrinar poético por la trayectoria de los huicholes. Empecemos de nuevo: Camino a Birikuta es la crónica del viaje emprendido cada año por los huicholes hacia Wirikuta. Viaje que es acompañado por soberbias imágenes exuberantes, contundentes:

En esa laguna de éter navegan el hongo y el peyote,
                                                     -mecanismos arcaicos
                                                                     para sondar el cosmos
                      por un túnel psicodénico (sic)
                                                     abierto
                                                     por extraños númenes-.

En el inicio del poemario, “Tau”, Jorge Antonio García Pérez (Progreso de Obregón, Hidalgo, 1956) realiza un doble registro: lo que sucede y lo que experimenta, misma técnica que continuará a lo largo de 76 páginas. Birikuta recibe a los peregrinos, pero deben llegar purificados:

Precisamos corazones limpios         de toda mancha
                                                                     de toda mala intención
                                                                     de todo mal pensamiento

El tono de García Pérez es la voz de las cientos de voces que transitan los espacios, las fronteras, los trayectos. Con lo cual nos invita a revisar la cosmovisión de esta ancestral cultura. La obra fue merecedora del Premio de Poesía Efrén Rebolledo 2006.


García Pérez, Jorge Antonio: Camino a Birikuta, México, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes Hidalgo-Fondo Estatal para la Cultura y las Artes Hidalgo-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2008, 76 p.

viernes, 13 de enero de 2017

No todas las princesas quieres un príncipe

Durante años las historias enfocadas a la infancia, primordialmente aquellas en que aparecen princesas, príncipes, en resumen, cuentos de hadas, los estereotipos permeaban entre las líneas argumentales. Posteriormente la industria cinematográfica vino a fortalecer la perspectiva anterior. De ahí que no sea extraño que el imaginario colectivo se impere el monopolio de las versiones de Disney. Para corroborar lo anterior, busque en internet imágenes de las princesas más emblemáticas (Cenicienta, Blanca Nieves, La Bella Durmiente, Bella, etc.) y encontrará que es abrumador y casi absoluto el modelo propuesto por la casa productora estadounidense.

Alfredo Gómez Cerdá (Madrid, 1951) rompe esa propuesta de una sólo visión, de princesas inútiles que encuentran su razón de ser en el príncipe valiente que las rescata del tedio (aún sean inconscientes que son presa de él), de las garras de un dragón, de las pócimas malignas de alguna bruja disfrazada de madrastra. En La princesa y el pirata encontramos a la hija de un rey que se muere de aburrimiento y ve pasar la vida a través de la ventana de su torre real. Mira el mundo desde arriba (como lo hace la realeza).

Los príncipes atraviesan presurosos el camino que pasa a un costado de la torre, pero sus urgencias no les impiden voltear hacia aquella ventana. Así, Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente, están a punto de cambiar sus historias porque Filomena, que así se llama la princesa de la torre, resultaba ser mucho más interesante que las otras. Pero ellos no son del interés de ella. Filomena es curiosa, inquieta. Por eso no desea una vida al lado de un príncipe (ni azul, ni con zapatilla de cristal, ni de ninguna manera). La presencia de otro personaje dará a Filomena razón para ser feliz. Teo Puebla (La Puebla de Montalbán, Toledo, 1943) ilustra magistralmente la historia de Gómez Cerda.


Gómez Cerdá, Alfredo: La princesa y el pirata, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, 32 pp. (Los especiales de A la orilla del viento).