martes, 7 de diciembre de 2010

Regina Landa


Regina Landa es, de las novelas de Azuela hasta ahora comentadas en este espacio, la primera obra cuya ambientación y desarrollo se presentan en un ámbito netamente urbano. El nombre de la protagonista da nombre a la narración. Huérfana de un padre acaudalado que dio todo por la revolución, Regina se ve en la necesidad de trabajar en la burocracia, sin embargo, las posibilidades de la lectura y el arte que le ofrecieron en su formación le permite tener más claridad en torno al mundo. Ahora, se acostumbra a vivir modestamente, con lo indispensable.

El denso ambiente burocrático hace que el primer día de trabajo no tenga ganas de volver. Mujeres que hacen como si hicieran algo, pero que tienen la prioridad de acabar con el prójimo (aunque más frecuentemente con la prójima) a partir de chismes e intrigas. Hombres desaseados, con nula educación, caballerosidad y buenos modales la intimidan a cada mirada, a cada palabra. Toda una colección de zoología gubernamental a su alrededor: Sanginés (“…flacuchón y espinilludo…”); el señor Gutiérrez (“Un sujeto rechoncho y mofletudo, de paso lento de ánade… gordinflón de voz acatarrada y caderas de cincuentona…”); la señorita Emma (“…un pavo real…”); el señor Sánchez, antiguo amigo del padre y con una personalidad indiferente al interior de la oficina y el amigo consejero fuera de ella; Félix Mendoza (“un tipo trigueño, alto y estirado como poste”); la Modelito (“La llamaban la Modelito porque no sabía hablar de otra cosa. Su cerebro era un almacén de figurines y artículos de fantasía.”), por mencionar algunas especies.

Esos primeros días fueron lo que se conoce como “novatada”, pero a medida que corrían las semanas se fue ganando la confianza de unos y el abuso de la misma de otros. Su eficiencia la llevaba a tomar el dictado del jefe Nava, y la gratitud de las demás taquígrafas, e incluso la amistad de alguna de ellas, como es el caso de Ester Mendiola, de familia rica en el norte del país y venida a menos por la revolución.

Mendoza corteja a Regina, ésta inicia una amistad con un personaje huraño y poco sociable: De la Torre. Ambos se encuentran y coinciden en sus gustos y apreciación musicales. Pero un día desaparece de la oficina, del transporte público, de su vida.
La estructura político-burocrática sufre adecuaciones y llega un nuevo jefe a la oficina, el señor Miguel Ángel del Río. Éste se mueve en círculos intelectualoides donde goza de gran reputación en apreciación musical. Regina no resiste a la seductora personalidad de Del Río, quien lleva a cuestas una historia infantil que le aporta los elementos para conquistar y desechar a las mujeres como cualquier objeto.

Desilusionada, después de deambular por un par de casas de alquiler, Regina lucha por su independencia, aún a costa de la comodidad, una comodidad ficticia ya que sólo es en el ámbito material y aparentemente.

Regina Landa es un texto donde encontramos la crítica a los grupos intelectuales de pose, sin compromiso ni nociones de arte, pero plagados de una verborrea que busca el aplauso fácil. Encontramos la lucha de una mujer de la primera mitad del siglo xx con sus principios, con la sociedad, con sus sentimientos, por su ansiada autonomía.

Azuela, Mariano: “Regina Landa”, en Obras completas I, México, FCE, 1993, pp. 862-964.

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