martes, 21 de diciembre de 2010

Lo que bien se aprende nunca se olvida.


El trabajo de prostitución tiene como aura una serie de mitos y otro tanto de realidades (eso dicen, no me crean), estas mujeres que aparecen en diversas historias y que lo mismo han sido cantadas por Sabina y Sabines (y viceversa), que son protagonistas en distintas historias. El mundo en que viven es enigmático para unos y censurables para otros, pero siempre seductor. Con el tiempo, la globalización y la tecnología el llamado oficio más antiguo del mundo (aunque hay quien dice que tal título le corresponde a los cuentacuentos) ha agregado un nuevo sustantivo a la larga lista que cita Valle Arizpe en El Canillitas: escort.

Vanessa de Oliveira, brasileña, escort retirada, ahora conferencista, consultora, columnista y empresaria nos cuenta cómo pasó de una adolescente rebelde a prostituta y a todo lo demás que mencioné en un libro que lleva por título El diario de Marisa. La vida real de una escort (México, Plaza & Janés, 2009, 486 p.). En la cuarta de forros se lee: “En 203 comenzó a escribir un diario para hablar si censura de sus citas, de las manías de sus clientes, de las casas de citas, de las orgías, de los swingers, de la vida en las calles y en los prostíbulos.”

Esas líneas me convencieron de adquirir el ejemplar y leerlo de inmediato. La palabra censura tiene una extraña fascinación cuando no es aplicada al que esto escribe. Conforme avanzaba en las páginas y seguía a la protagonista por sus mudanzas de una localidad a otra, de un hotel a otro, de un cliente a varios, de sus constantes pleitos con el casero y su “rareza” por cultivar la escritura en un diario.

La historia real que cuenta Marisa, la encontramos en muchos textos de ficción. Debo decir que fue decepcionante su lectura: el vocabulario usado por los personajes está más cercano a un chico de secundaria que a un prostíbulo (¿o será que soy demasiado malhablado?), los encuentros sexuales bastante light (¿o será que soy demasiado pervertido?) y el drama, cuando lo hay, carece de emotividad, de suspenso (¿o será que soy muy insensible?).

El último capítulo se viene adivinando desde antes: una extensa reflexión llena de “buena vibra”, de “pensamientos positivos”, y todas estas cosas de autoayuda y superación personal que se resumen en el axioma: “Aunque la vida sea adversa, cada problema es una oportunidad para vencer y crecer” (debo aclarar que aunque este resumen-axioma es mío, por pudor evito firmarlo). Cuando concluí entendí me había timado una escort.

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