Había visto este título en muchos estantes, principalmente de cadenas comerciales y de autoservicio. Nunca me llamó la atención. Ello, debido a mis prejuicios y juicios en torno a los textos de autoayuda. Trataré, pues, de comentarlo en dos vertientes. La de los objetivos y propósitos del autor, que empatan con los objetivos y propósitos del lector, y la vertiente del estilo de redacción y la calidad de la misma.
Spencer Johnson es de esos autores que observan la carencia de una educación emocional en la mayoría de los seres humanos. De ahí surge la primera vertiente mencionada. Johnson es psicólogo de profesión. Seguramente se percató, en sus consultas, de que la resistencia al cambio era una situación regular entres sus pacientes. Y descubrió, además, un gran nicho de mercado.
Regularmente, el lector de libros de autoayuda y superación personal se encuentra en una encrucijada en su vida. Espera que alguien le de un consejo práctico que remedie su situación. Como vemos, los propósitos se encuentran y se complementan. Sin embargo, no hay que pasar de lado el hecho de que cada cabeza es un mundo. Es decir, estos libros, que para muchos son como fórmulas mágicas hacia la felicidad o recetas de cocina, no siempre consideran las circunstancias concretas de cada lector.
Para el caso de ¿Quién se ha llevado mi queso?, el uso de una historia para hacernos conscientes del cambio constante en que vivimos y nuestra capacidad de adaptación al mismo, funciona en la medida de los propósitos del autor. De una manera por demás clara, usa a un par de ratoncitos, y otro par de seres humanos diminutos para ilustrar su postura (que es un conocimiento oriental). No obstante, en función de esa claridad se confunde al lector. La historia es presentada como un cuento, cuando en realidad no lo es. Podría aspirar a ser una fábula, por lo elementos que la conforman, pero un cuento jamás. El lenguaje es en sí, pobre.
Quizá alguien argumente, con justa razón, que Johnson no es literato. Cierto. Pero en virtud de esa verdad, debería de dejar de confundir al lector. ¿Quién se ha llevado mi queso? es una opción para quienes padecen alguna crisis, pero no la mejor, a pesar de los elogios plasmados en la contraportada y en la portada misma.
JOHNSON, Spencer: ¿Quién se ha robado mi queso?, España, Ediciones Urano, 2001, 112 p.
Regularmente, el lector de libros de autoayuda y superación personal se encuentra en una encrucijada en su vida. Espera que alguien le de un consejo práctico que remedie su situación. Como vemos, los propósitos se encuentran y se complementan. Sin embargo, no hay que pasar de lado el hecho de que cada cabeza es un mundo. Es decir, estos libros, que para muchos son como fórmulas mágicas hacia la felicidad o recetas de cocina, no siempre consideran las circunstancias concretas de cada lector.
Para el caso de ¿Quién se ha llevado mi queso?, el uso de una historia para hacernos conscientes del cambio constante en que vivimos y nuestra capacidad de adaptación al mismo, funciona en la medida de los propósitos del autor. De una manera por demás clara, usa a un par de ratoncitos, y otro par de seres humanos diminutos para ilustrar su postura (que es un conocimiento oriental). No obstante, en función de esa claridad se confunde al lector. La historia es presentada como un cuento, cuando en realidad no lo es. Podría aspirar a ser una fábula, por lo elementos que la conforman, pero un cuento jamás. El lenguaje es en sí, pobre.
Quizá alguien argumente, con justa razón, que Johnson no es literato. Cierto. Pero en virtud de esa verdad, debería de dejar de confundir al lector. ¿Quién se ha llevado mi queso? es una opción para quienes padecen alguna crisis, pero no la mejor, a pesar de los elogios plasmados en la contraportada y en la portada misma.
JOHNSON, Spencer: ¿Quién se ha robado mi queso?, España, Ediciones Urano, 2001, 112 p.
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