La preocupación real de formar lectores autónomos, de incrementar los indicadores de lectura, de mejorar las posiciones en el concierto internacional evaluados por pisa, trastoca una reforma en el espacio que ocupa la lectura al interior de la escuela y en particular del aula.
Cuando digo preocupación real, me refiero a un compromiso auténtico de formación de lectores y no sólo a posturas discursivas, políticas y prostituidas. El hogar, primero, y la escuela, después, son los dos espacios primordiales del contagio de la lectura, no son los únicos por fortuna, de ahí la importancia de robarle tiempo (palabras de Pennac) a actividades curriculares y domésticas.
Taller de lectura en el aula: Cómo crear lectores autónomos, de Ester Spiner, es un libro sencillo que expone la experiencia de la implementación del taller de lectura. Pero el taller como taller, no como asignatura que hay que evaluar para aprobar o desaprobar un grado escolar, sino como un tiempo y espacio de creación y vinculación con la palabra escrita y nosotros.
Una aclaración necesaria: no es de ninguna manera un manual de estrategias y actividades, tan demandadas por algunos docentes. Pero sí es una reflexión útil no sólo para quien imparte la materia propia del área de lingüística o español o literatura, sino para toda aquella persona que esté frente a un grupo en un ambiente de educación formal.
El primer capítulo, “Para qué formar niños lectores”, nos presenta una tipología de los tipos de lectura silenciosa, de los propósitos de la lectura (tan olvidados al momento de evaluar la comprensión lectora y en las prácticas lectoras escolares); de manera breve también aborda las tres principales corrientes o teorías de la lectura, la importancia de la ilustración de los textos.
En el segundo capítulo, “Un adulto entrometido”, es categórico cuando afirma: “aquel maestro que no lee o que sólo realiza lecturas enfocadas a su perfeccionamiento docente, pero no participa individualmente de la lectura placentera, no puede formar jóvenes lectores.” Con ello aborda el tema del mediador y las características que debe tener dicho rol.
“El juego de oír: la narración oral”, es el nombre del tercer capítulo. En él Spiner revalora el lenguaje, sobre todo el oral y su importancia en la conformación de la identidad individual y colectiva. Además, brinda una serie de pautas para que nos animemos a contar cuentos y comenzar la promoción de la lectura desde el habla.
El cuarto capítulo, “Taller de lectura en el aula”, es la prueba de la experiencia de implementar el taller tanto en población infantil como juvenil. Insisto, no son recetas mágicas, son acciones que se comparten para que podamos generar ideas acordes a nuestros contextos, pero que afirman que leer por placer es posible en la escuela.
“¿Qué podemos leer?”, el quinto capítulo, quizá no sea tan utilitario para el docente mexicano porque la mayoría de los libros propuestos son de autores y editoriales argentinas, pero si se echa un vistazo a las bibliotecas de aula o escolares, se podrán encontrar algunas obras enlistadas, o mejor aún, tener la iniciativa de conformar el canon propio.
Por último, el capítulo “Un final que recién comienza” explica de manera clara y sencilla qué es la Teoría de la recepción, lo cual motivará más de una reflexión y reconsideración de los mecanismos de evaluación de la comprensión lectora.
Un libro sencillo, claro, práctico para maestras y maestros que quieran formar lectores autónomos por convicción y no por indicaciones curriculares, oficiales o intereses de otra índole.
Spiner, Ester: Taller de lectura en el aula: Cómo crear lectores autónomos, Argentina, Ediciones Novedades Educativas, 2009, 136 p.