El enojo es, para muchas
personas, un estado de ánimo incontrolable. Pero, ¿qué sucedería si una de las
manifestaciones de éste fuera que alguna parte de nuestro cuerpo respondiera de
manera incontrolable? Roald Dahl, el genial Roald Dahl juega con esa
posibilidad y dota de este poder a una pequeña de escasos ocho años, la cual,
sorprendida, determina cómo hay señales corporales de que su dedo está a punto
de transformar a alguien. Las víctimas en esta historia son la señora Winter, y
la familia Gregg, maestra y vecinos de la niña, respectivamente.
Con la irreverencia
característica de Dahl, el lector hará las delicias de las peripecias que
enfrenta la familia Gregg. De un momento a otro todo cambió. Pasaron,
literalmente, de ser cazadores a asumir el rol de presas. Con este
acontecimiento, el lector puede reflexionar en torno a la relación que
establecemos con la naturaleza como seres humanos. El invertir roles es una
fórmula para “ponerse en los zapatos del otro”, y por consiguiente, generar el
reconocimiento y respeto necesarios para una convivencia armónica. Nuevamente
encontramos a un Dahl que confronta a los niños versus los adultos. Donde los primeros son vencedores.
Las obras infantiles del
británico son asociadas, casi en automático, con los trazos de Quentin Blake.
En esta ocasión no es así. Tal tarea fue encomendada a Pat Marriott. Sus
ilustraciones acompañan casi cada una de las páginas de la trama. El dedo mágico, es recomendado, por la
editorial, para infantes a partir de diez años, sin embargo, con una buena
lectura en voz alta, atrapará a pequeños desde los cinco, realizando ésta en
sesiones que no fatiguen al escucha.
Dahl,
Roald: El dedo mágico, 2ª. reimpr.,
México, Alfaguara, 2003, 74 p. (Alfaguara Infantil).