viernes, 3 de marzo de 2017

Tantos rostros como madrugadas

Alejandra Rodríguez Arango (Ciudad de México, 1965) tiene en la figura femenina a sus protagonistas. Mujeres solas, que esperan un día a la semana para escapar de la cotidianeidad doméstica, que hacen de la fantasía su cómplice erótico, voces anónimas que recitan un monólogo poético, otras añoran las expectativas matrimoniales, obsesivas e inseguras unas, valientes en la búsqueda de su satisfacción las otras, amantes furtivas que dejan huella; mujeres respetuosas de la privacidad ajena, que ven reproducir en su hijo al marido del que escaparon, otras que son presa de sus anhelos, mujeres buscando respuestas en ellas mismas, fantasiosas, mujeres que naufragan en sus recuerdos y salen vivas, otras que matan.

Hombres que atrapan el deseo tantas veces despreciado, tantas veces prohibido en el lecho matrimonial a causa de la gravidez de su esposa, hombres atrapados en el enigma de los escorpiones, en su machismo egocentrista a la hora del amor y de la vida matrimonial. Mujeres que llevan por nombre Clara, Julieta, Lulú, Concha, Chelo, Ana, Melisa, Carla, Isabel, Mercedes, Silvana. Pero también pudieron llamarse Lupe, Martha, Azucena. Porque son mujeres reales. Están todos los días en la vida cotidiana.

La narración en primera persona y con un narrador omnisciente tiene un matiz de intimidad, de complicidad. El erotismo que permea muchas de las historias se puede resumir en una de las líneas del libro: “Salvador repara en los senos que se adivinan a través de la tela adherida por la humedad al cuerpo.” He mencionado que las mujeres de los cuentos son mujeres reales, por ello no sería extraño que entre sus páginas alguien encuentre un espejo. Por la misma característica, y fortalecida por la claridad y sencillez del lenguaje, puede considerarse un texto para iniciar a alguien en la lectura.

Rodríguez Arango, Alejandra: Tantos rostros como madrugadas, México, conaculta, 2001, 97 p. (Fondo Editorial Tierra Adentro; 238).